por FRANCISCO ESCANDÓN GUEVARA
Las elecciones de febrero aún apestan a fraude. Las denuncias sobre inconsistencias en los escrutinios e ilegalidades en los sufragios no fueron consideradas por el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Contencioso, prefirieron la sumisión a las élites y negaron la transparencia. El pueblo votó, pero los ricos deciden.
La imposición de la segunda vuelta electoral, entre el progresismo conservador correísta y el neoliberalismo, tropieza sobre el arte de la trampa que despojó del triunfo a Yaku Pérez. El pacto oligárquico escogió prolongar la crisis política y la inestabilidad social, pero no aceptar su derrota que ponía en riesgo sus privilegios.
Ecuador vive una democracia liberal fallida, las elecciones de abril son una pantomima que parirá un gobierno que está herido de ilegitimidad popular, de tempranas oposiciones y fracaso. La perspectiva del recambio oligárquico, que mantenga el modelo de acumulación capitalista, se garantiza con uno u otro, aunque disfracen sus discursos invocando a la democracia, la equidad y el desarrollo.
El balotaje de abril está estructurado sobre contradicciones prefabricadas, el libreto circense de los últimos quince años lo están desempolvando. Pero en el fondo Arauz y Lasso son lo mismo, aunque no iguales: cada uno está patrocinado por una superpotencia imperialista, los correístas por los chinos y los neoliberales por los gringos; de un lado están los corruptos que se enriquecieron con plata del pueblo y del otro los ricos que engordaron con el feriado bancario.
Detrás de Arauz está Correa, él impuso a Moreno en la presidencia, aunque este último cogobernó junto a Lasso. El candidato de UNES dice que el odio pasó de moda, pero el prófugo jura venganza a su regreso, mientras el banquero invita a un estéril diálogo luego de burlar los acuerdos públicos del recuento. Ellos representan el pasado y quieren secuestrar el futuro.
Los candidatos impuestos para el balotaje no son una alternativa, por eso el voto nulo es la opción democrática válida que, de ser mayor a la suma de los sufragios obtenidos por Arauz y Lasso, obligaría a nuevas elecciones.
La falacia que cuestiona el voto nulo aconseja sufragar por el mal menor, pero el pueblo mira a esa alternativa como la herramienta para resistir al fraude, la corrupción y la crisis.
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