por Christian Jiménez Kanahuaty
La estructura del partido político Movimiento al Socialismo (MAS) demuestra que el partido como forma de organización de masas y asentado en bases campesinas, indígenas y populares, rebasa la figura del líder; rebasa también la consigna de que Evo es pueblo, porque al final, el significante pueblo cobra valor en la medida en que lo nacional-popular toma cuerpo y puede autodeterminarse sin necesidad de un reglamento jurídico e ideológico venido desde la jerarquía del partido.
Si con Evo Morales el MAS apelaba a la lucha antiimperialista, a la destitución del sistema de partidos tradicional, a la democracia pactada y a las organizaciones aglutinadas alrededor del núcleo económico agroexportador de Santa Cruz, el MAS sin Evo Morales goza de tres fracturas: 1) Una fractura generacional que apuesta por el cambio encabezado por jóvenes de clase media que desde su inicio como electores fueron afines al MAS; 2) Una ideológica porque se desmarca de la izquierda tradicional que bebía de la teoría de la dependencia y se ajusta más a una izquierda de centro que apuesta por diversificar el modelo económico al tiempo que otorga espacios a las diversidades sociales para que se hagan cargo de la gestión de sus respectivas agendas desde sus espacios geográficos y dentro de la estructura gubernamental; 3) Una que tiene que ver con lo plurinacional, dado que ya pasa de ser un tema de identidad a un modelo de desarrollo.
Estas rupturas marcan enfoques de pensar al MAS ya no sólo como el Instrumento Por la Soberanía de los Pueblos (IPSP), sino como un partido que puede disputar las elecciones transformándose a sí mismo y encarando una agenda de tintes más económicos que de reivindicación de las identidades social e históricamente excluidas de todos los procesos de toma de decisiones. Sin embargo, el reto que se presenta al MAS no es sólo el transformismo y convertirse en un partido de tendencia moderada que apuesta a la modernización sobre la base ya no de una política de bonos y renta petrolera y del gas; sino que pretende encarar la sustitución de importaciones, fomentando nuevas explotaciones naturales y ajustando los modelos educativos para hacerlos más rentables. En ese sentido el MAS, ahora con Arce Catacora, puede presentar la fisonomía de partido de clase sin la necesidad de apelar al gobierno de los movimientos sociales, toda vez que ellos han quedado libres porque tanto el Pacto de Unidad como las organizaciones regionales están en la búsqueda y captura de la satisfacción de sus necesidades básicas específicas y, en todo caso, el Pacto de Unidad se convierte en un sujeto social que se construye sólo en la temporalidad de lo electoral o del conflicto a través de la presión en las carreteras por medio de bloqueos, barricadas e intervención en el flujo del comercio que alimenta la canasta familiar.
Así, el campo político no es que se reorganice, sino que se convierte en un terreno nuevo, porque aquí no se trata simplemente de una recomposición o reacomodo de fuerzas; tras los conflictos del golpe de Estado y del fraude electoral de octubre de 2019, las fuerzas políticas en Bolivia han atravesado distintas etapas, la de negar el fraude, la de reconstruir instrumentos políticos tradicionales para la competencia electoral, la estrategía del miedo ante el MAS como representante de la corrupción y el nepotismo, el MAS como el partido vinculado al narcotráfico y el MAS como un partido que en catorce años no logró romper con la pobreza y las desigualdades sociales. Por su parte, al otro lado del espectro ideológico, los partidos apostaron por movilizaciones y discursos que apelaban tanto a la región como a la patria, como una abstracción que iba en contraposición a la idea de lo plurinacional. De ese modo, se levantó un imaginario de la república en confrontación con lo plurinacional. Pero hay que decir que en Bolivia decir república es decir oligarquía, rosca minero-feudal, partidos tradicionales, pongueaje, colonialismo interno y racismo. La república en Bolivia es la representación moderna de la exclusión de la diferencia por medios democráticos como las elecciones en las que los partidos sólo usaron a los campesinos e indígenas como votos, pero jamás les permitieron acceder a puestos de mando ni al interior de los mismos partidos ni dentro del Gobierno.
La discusión del futuro se centrará por ello, al menos en tres temas gruesos y dos medianos. Los temas gruesos serán: 1) El pacto fiscal entre gobierno y regiones para establecer el porcentaje sobre regalías derivadas de la explotación de recursos naturales, 2) El modelo del Buen vivir, a la par que el funcionamiento ya no simbólico, sino político de lo plurinacional y 3) La construcción de canales de comunicación entre gobierno y partidos políticos de la oposición, organizaciones ciudadanas opositoras al MAS y organizaciones sociales y movimientos sociales y vecinales que están acompañando al MAS, pero que tienen distancia crítica frente a sus preceptos ideológicos y estrategias políticas. A su vez, los temas medianos serán: 1) Las relaciones con las ONG, Fundaciones y entidades internacionales que regresarán al país bajo nuevos reglamentos de funcionamiento y regulación y 2) La distancia que el MAS debe establecer con respecto a Morales y en ejercicio de pensar qué significa el MAS, tras lo ocurrido en 2019 y tras este periodo de gobierno de transición.
Delante de ese telón de fondo es que se hace la política mediática y se hace ejercicio del voto para construir un ejecutivo que sea más técnico en esta primera etapa y responda a la crisis económica, generada por la acumulación de factores como la pandemia, el gobierno de transición y la caída de los precios de petróleo, gas y las fluctuaciones dela cotización del dólar. Al mismo tiempo, se priorizará, al parecer, la razón plurinacional desde las bases para repensar lo que significa en este nuevo contexto un movimiento social y una organización social. Donde el peso ya no recae solamente en el Chapare, sino que también en la zona del altiplano toda vez, que el ahora candidato a la Vicepresidencia, David Choquehuanca, representa al interior del MAS la facción más telúrica y culturalista del proceso de cambio; aquella que apunta a lo plurinacional como un momento histórico previo a la recuperación de formas de economía comunitaria y uso del territorio en la que estén más presentes prácticas como el comunitarismo, el ritual ancestral, la distribución de la tierra, según el número de miembros de cada familia, lo que apunta a una reforma agraria de corte más indígena que técnico; los pactos en este sentido deberán ser sobre todo con los agroindustriales del oriente. Finalmente, Choquehuanca postula un modelo de economía que no pasa por la teoría de la dependencia, sino por la recuperación de la lógica de la complementariedad de pisos ecológicos y la complementariedad de las territorialidades, lo que genera repensar el territorio desde una matriz que no responde a lo económico en su formato clásico, sino que remite a un comunismo andino, que apunta a un fortalecimiento de la identidad aymara como organziador y reproductor de la vida social y política del país.
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