Imagen: prensalibre.com
La propagación del coronavirus avanza, a la fecha son ciento ochenta y cuatro países, de los ciento noventa y cuatro existentes, los que reportan contagiados. Paralelamente a la emergencia sanitaria se multiplica el desempleo y la economía está infartada.
De tales proporciones es el shock que las previsiones relativas calculan la pérdida de 9 billones de dólares en el planeta, pues cada mes de cuarentena se reduce en 2% el Producto Interno Bruto mundial. Es decir, si la riqueza se repartiera a todos por igual, cada ser humano, incluso quienes nacerán en este año, perdería USD. 1160.
Es evidente la tendencia recesiva de la economía, ésta crisis es más grave que la ocurrida en el 2008, año en que grandes bancos colapsaron y los Estados asumieron esas quiebras. Incluso hay expertos que comparan a la actual crisis con la peor del capitalismo sucedida en 1929, llamada la Gran Depresión.
Pero el Covid-19 es sólo el detonante de la enfermedad, antes el sistema ya tenía peligrosos trastornos como la desigualdad social, la abultada deuda externa de los países y las bajas tasas de crecimiento (especialmente en los países de la Unión Europea) que empujaban al mundo a la crisis.
Esta tendencia recesiva conlleva varias afecciones en cada país, pero el tamaño de los efectos guarda proporción a las respuestas adoptadas por los gobiernos. Probablemente los aprietos serán mayores en México, Brasil y los Estados Unidos, naciones en las que sus presidentes minimizaron al virus y ahora son epicentros de la pandemia; otro cantar son los países del Asia Oriental (China, Singapur, Taiwán, Japón, Corea) cuyas políticas públicas fueron más eficaces para atenuar el Covid-19.
Los hechos clasifican al Ecuador en el primer grupo de países. Más allá de la propaganda gubernamental, las medidas para combatir a la pandemia son insuficientes y los planteamientos para enfrentar la crisis afectan los intereses del pueblo y siguen conservando los beneficios de las élites.
Prueba de ello es la continuidad en el pago de la deuda externa y la inacción frente a la fuga capitales, aún a riesgo de que la dolarización fracase. Los ricos festejan, mientras los trabajadores son despedidos y los salarios se reducen. El pueblo sufre hambre, le amenazan con encarecer los combustibles y con incrementar los impuestos.
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