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RODRIGO BARAHONA: la búsqueda de certidumbre económica gravitó para el resultado electoral

Rodrigo Barahona Lara es sociólogo y periodista. La Fanesca Política entrevistó a Barahona acerca de las elecciones en Bolivia, las mismas que dieron como vencedor al Movimiento al Socialismo (MAS) con más del 55% de la preferencia electoral. Barahona compartió su análisis sobre los resultados y los futuros escenarios políticos.

La Fanesca Política (FP): ¿Cómo evalúa el proceso electoral del 2020 en Bolivia?

Rodrigo Barahona (RB): Fue un proceso electoral altamente politizado, polarizado, intenso, pero muy participativo, irregular y sorpresivo. Destaco lo irregular porque las elecciones fueron postergadas dos veces, con el matiz de fondo de la pandemia y la diáspora de los partidos opositores al Movimiento Al Socialismo (MAS), los cuales nunca lograron articular hasta ahora un frente único para siquiera aspirar a una segunda vuelta. Y sorpresivo por el caudal de votos con el que ganó el MAS. Muchos creían que estaba herido de muerte, languideciente, pero no resultó ser así. Salió muy revitalizado con el voto de confianza del elector, distribuido en un sector fiel originario-campesino (voto duro), una clase popular emergente y una clase media volátil que sufrió con dureza los rigores del confinamiento por el Covid-19 y la consecuente crisis económica.

FP: Tras la renuncia de Evo Morales el 2019, muchos analistas auguraban el fin del Movimiento Al Socialismo (MAS) ¿Por qué el MAS obtuvo el 55% de los votos en estas elecciones?

(RB): Hay varias razones que explican su triunfo. Causas de largo aliento y otras coyunturales. De las primeras me quedo con la gestión económica durante los catorce años de gobierno, uno de cuyos artífices sin duda fue el exministro de Economía Luis Arce y electo presidente de Bolivia. Estabilidad y crecimiento económicos fueron dos de las variables que valoraron positivamente los electores y las contrastaron con el actual momento de crisis económica y la deficiente gestión en esta materia de la saliente presidente interina Jeannine Añez. La búsqueda de certidumbre económica gravitó para alcanzar el resultado obtenido.

De las causas coyunturales –pero que tiende a convertirse peligrosamente en una de largo aliento– apunto a un elemento subjetivo: la interpelación a los excesos y abusos cometidos por el gobierno transitorio a lo largo de los últimos once meses. La persecución implacable contra dirigentes masistas y el amedrentamiento a las voces críticas socavaron su imagen. Si a ello añadimos la intimidación de la que fue objeto la ciudadanía con la presencia de militares y tanques en las calles, no me cabe duda de que las percepciones se volcaron contra el gobierno. El maltrato recurrente, la siembra de odio mediante las redes sociales (la quema de la wiphala, símbolo del mundo campesino e indígena, fue un error garrafal), el acoso a todo lo que contradijera al oficialismo, incidieron en el humor social de la población. Si los opositores al MAS piensan en algún momento arrebatarle el poder, deben cambiar de estrategia. El odio como método los aleja de cualquier intento de alcanzar sus objetivos.

En resumen, la interpretación que tengo sobre el caso boliviano no es que la gente esté cansada de las políticas implementadas por el gobierno del MAS, muchas de ellas de raigambre economicista y disparadoras de movilidad social, sino de los rostros de sus ejecutores, del partido que las llevó adelante, de los yerros cometidos con los casos de corrupción. Como nunca en la historia de Bolivia, el Estado ha sentado presencia en gran parte del territorio y eso se ha incrustado en el imaginario colectivo. Los bonos solidarios, la presencia del banco estatal en los lugares más remotos del país, las redes de gas domiciliario, son solo un ejemplo de la penetración del Estado en espacios sociales y geográficos periféricos. Estos son también los pilares ‘invisibles’ que explican y apuntalaron la victoria contundente del MAS.

FP: El excandidato por Comunidad Ciudadana afirmó hace unos años, y retomó durante su campaña, la idea de que hablar de Derechas e Izquierdas eran categorías “simplistas” y que estaban “obsoletas” ¿Cree que los resultados de la votación apoyan o desmienten su hipótesis?

.(RB): Ahora más que nunca se corrobora que tanto Izquierda como Derecha son espectros ideológicos vigentes, adscritos a determinadas visiones de mundo, con sus reflejos en el universo social. Lo que se vio en Bolivia en este último año, e incluso en los catorce años de gobierno de Evo Morales, fue el choque de dos perspectivas ideológicas bien posicionadas y revitalizadas a pesar del discurso del ‘fin de las ideologías’ de los años 90 del siglo pasado. El MAS representa a una izquierda con sus propias peculiaridades (indigenista, antineoliberal, nacional-popular), pero izquierda al final, pues aboga por la atención a los sectores más desfavorecidos de la sociedad, mediante un ‘neocapitalismo de Estado’ más protagónico que en el pasado. La Derecha, por su parte, mantiene el mismo discurso del tiempo de su reemergencia (Consenso de Washington, 1989) y las mismas prácticas que apuestan por el libre mercado, la reducción del papel del Estado y la entrega de la iniciativa económica al empresariado. Al menos en esta parte del continente, el antagonismo izquierda-derecha recobró brío y apunta a marcar las tendencias político-ideológicas del momento. Afirmar que ambas caducaron, es desconocer la realidad en la que nos desenvolvemos.




Ahora más que nunca se corrobora que tanto Izquierda como Derecha son espectros ideológicos vigentesRodrigo Barahona

FP: Las anteriores elecciones y las actuales han visto el surgimiento de un electorado conservador, que utiliza la religión como orientador ético de la política. ¿Son estos grupos fenómenos coyunturales o son actores que se consolidarán en los siguientes años?

(RB): Se trata de grupos que van surgiendo paulatinamente como efecto de movimientos en paralelo, como el de los ‘negacionistas’ (grupos que niegan los beneficios que ofrece la ciencia a los problemas de la humanidad –como las vacunas– o el cambio climático). En el caso específico de Bolivia, se instituyó el discurso de que la salida de la Biblia de Palacio de Gobierno y su reemplazo por ceremonias indígenas interculturales equivalió a instaurar el animismo (pachamamismo) y la herejía. Esto también debe ser visto como la pérdida de poder por parte de la Iglesia católica ante la presencia de un Estado laico que tolera las religiones existentes sin privilegiar a ninguna. No solo el ‘campo político’ entre izquierda y derecha y sus variantes está en disputa, sino también el ‘campo religioso’, con actores en constante crecimiento, como los evangélicos, que son los verdaderos competidores de los católicos, hoy en día sensiblemente afectados por una crisis de imagen debido a los casos de pedofilia y pederastia en el mundo entero. En Brasil, Jair Bolsonaro tiene un enorme respaldo del mundo evangélico y esto solo ratifica que la política está y estará impregnada de religiosidad en la elección de los gobernantes y la toma de decisiones. En consecuencia, las ideas religiosas son como un ‘acto reflejo’ frente a las medidas implementadas por la izquierda, como el reconocimiento de derechos de la comunidad homosexual, el carácter laico del Estado, el empoderamiento femenino y otras determinaciones que trastocan los cimientos de los esquemas de comprensión del mundo conservador. Lo llamativo de estos movimientos es su cariz y apego a prácticas autoritarias peligrosas.

FP: ¿Cuáles son los principales retos del nuevo gobierno?

(RB): El principal, en este momento, es el económico, pero en simultáneo debe buscar las formas de cohesionar de nuevo a la sociedad boliviana, fragmentada social y políticamente. Debe replantear muchas cosas y dejar de lado la confrontación como ‘método’, aunque esto parece que no sucederá porque las fuerzas contrarias al MAS buscarán erosionar su imagen y desembocar en el conflicto. Será una gestión de roces y amagos permanentes de enfrentamiento. En síntesis, ¿cómo lograr la cohesión social en Bolivia? Este es el gran reto que debe encarar la nueva administración del MAS.

FP: ¿Cuál es el rol de Evo Morales en el proceso de renovación del MAS?

(RB): Primero, Evo Morales debe asumir definitivamente que no es imprescindible, que el discurso montado de su liderazgo sempiterno no era cierto, que la izquierda ha vuelto a cometer el error infantil de fomentar el culto a la personalidad y un caudillismo sin fecha de caducidad. En tal sentido, su rol debe consistir, como él mismo dijo, en formar nuevos líderes. Para tal cometido, tiene la enorme ventaja de haber acumulado experiencia como dirigente sindical y dignatario de Estado. Volcar todo ese conocimiento será de mucha utilidad para la nueva camada de dirigentes de su movimiento.

Segundo, es difícil que se desligue por completo del instrumento político que él ayudó a consolidar y hacer crecer. Por eso mismo, será como una especie de ‘voz de la conciencia’ del MAS y sus opiniones serán atentamente escuchadas por sus seguidores y reproducidas por la prensa. Eso sí, deberá mantener una prudente distancia para evitar injerencia o fisuras en su partido. Puede ayudar asimismo a mediar entre los movimientos sociales, que no han dudado en pedir su ‘cuota parte’ por la victoria electoral de octubre. Su rol articulador será clave para frenar peticiones exorbitantes, apaciguar los ánimos en momentos de tensión o alcanzar consensos mínimos con los movimientos sociales.

FP: ¿Tendrá algún efecto la victoria del MAS en una posible recomposición de un bloque “progresista” en América Latina? ¿Cuáles serían los obstáculos?

(RB): No lo creo, pues está comprobado que las pulsiones, los ritmos, los tiempos y las lógicas que imperan en cada país son distintos. Un simple cambio de gobierno implica el cambio en la perspectiva de los objetivos, en el modelo de gestión y desarrollo. Adhesiones ideológicas de seguro las tendrá, pero eso de ningún modo quiere decir que el autodenominado bloque progresista aparecerá de nuevo, al menos no con la misma fuerza e intensidad que tenía con Hugo Chávez, Lula da Silva, Néstor Kirchner y Rafael Correa. Todos estos liderazgos carismáticos han salido de escena por uno u otro motivo y es más difícil rearticular un bloque sólido como en el pasado reciente. Las fuerzas de izquierda de hoy están dispersas y debilitadas por la ola neoconservadora que gobierna muchos países de Latinoamérica. Lo que se ve es una ‘alternancia’ tácita entre gobiernos de izquierda y derecha. Y si la izquierda quiere ser considerada de nuevo una opción para el elector, debe al menos remozar sus liderazgos, no cometer los errores del pasado y renovar su línea discursiva, a fin de alcanzar un espectro electoral más amplio.

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