por Mario S. Portugal Ramírez
La postulación de la presidenta interina Jeanine Añez, como candidata presidencial para los comicios de mayo del 2020, tomó por sorpresa a los bolivianos. Las muestras de apoyo no se dejaron esperar, menos aún las voces críticas de la población y otros actores políticos que la acusaban de faltar a su palabra. La actual presidenta había manifestado en varias entrevistas y actos políticos que no se postularía, porque incurriría en aquello que tanto se había criticado a Evo Morales: usar el aparato estatal y sus recursos para perpetuarse en el poder.
No obstante, la política ha demostrado una vez más que es el arte de lo posible, así que la mandataria pateó el tablero apenas unas horas antes del cierre de inscripciones de los partidos. El anuncio, ya de por si polémico porque se utilizó el canal estatal, generó condena inmediata entre los ex aliados del gobierno transitorio, aunque quizás una de las más sonadas réplicas la protagonizó la ex ministra de Comunicación Roxana Lizárraga.
Añez, mientras tanto, buscó aplacar las críticas intentando mostrar que su candidatura no estaba planeada ni orientada por intereses políticos, sino que fue la coyuntura política que reclamó su participación. No olvidemos que apenas a inicios del mes la mandataria reflexionaba sobre el peligro de la dispersión del voto. Al parecer, la justificación de Añez no la convenció ni a ella misma, porque se jugó la carta de la autovictimización: toda crítica a su candidatura provendría de los machistas. No obstante, grupos feministas han criticado el oportunismo de la mandataria transitoria, su angurria de poder y el uso de un discurso supuestamente “feminista”.
¿Pero cómo afecta la postulación de Jeanine Añez al futuro panorama político? ¿Podría esto dispersar el voto favoreciendo el retorno del Movimiento al Socialismo (MAS) al poder? ¿O, al contrario, su candidatura podría imponerse sobre la del MAS? A continuación analizaré a algunos de los binomios que participarán de las elecciones, así como sus posibles estrategias. Con ello espero no solo contestar a las anteriores preguntas, sino compartir ideas que generen el debate.
Movimiento Al Socialismo: entre la renovación y la fractura
En las semanas siguientes a la transición del gobierno boliviano y al autoexilio de Evo Morales y sus colaboradores, ser militante o simpatizante del MAS se convirtió en una actividad de alto riesgo. En efecto, la polarización política, sumada a la aparición de grupos de choque como la autodenominada “juventud Cochala” hacían muy complicado defender o mostrar simpatía por Morales.
En este contexto, los parlamentarios electos por este partido tuvieron la difícil tarea de continuar con sus funciones para agilizar el proceso electoral al cual se comprometió el gobierno transitorio. La tarea no fue fácil, pues hubo conflictos al interior del partido que escalaron cuando se hubo elegido al binomio que participará de las elecciones. Enrareciendo aún más el ambiente pre-electoral, las polémicas declaraciones que Morales hizo desde el mismo momento en que abandonó el país, solo contribuían a echar más fuego a la unidad del partido.
No obstante, estos difíciles momentos parecen haber pasado y algunas encuestas preliminares muestran que el MAS encabeza la primera posición en votación, mientras que Añez y los otros candidatos se pelean por un segundo lugar. Esto quiere decir que los ex-aliados dispersarían el voto, permitiendo una eventual victoria del MAS. En este contexto, no extraña que Evo Morales esté trabajando en una posible candidatura como senador o diputado, pues aquello podría impulsar a que los votantes indecisos o desilusionados con la coyuntura política voten a favor de su partido; una lectura bastante optimista, aunque poco probable.
La dupla de Luis Arce Catacora y David Choquehuanca, como presidente y vicepresidente respectivamente, buscará la difícil tarea de asegurar el voto urbano y rural. Es posible que a Choquehuanca le sea más fácil conseguir el voto rural y el indígena al identificarse él mismo como indígena, aunque también es probable que su imagen solo asegure el voto de un porcentaje de votantes que ya votarían por el MAS de todas formas. En el caso de Arce, su figura busca interpelar sobre todo a un votante urbano de clase media que ahora ve con poco optimismo el futuro de la economía. Arce, a quien se atribuye la estabilidad y el crecimiento económico de los últimos años en su rol de Ministro de Economía, buscará potenciar su rol profesional-tecnócrata para generar confianza en los votantes que están más pendientes de la situación económica que del aspecto ideológico, lo cual incluye también al sector empresarial y agro ganadero que apoyó a Morales en el pasado.
La figura de Evo Morales, especialmente si es candidato a algún cargo legislativo, tiene la intención de potenciar los votos del MAS y de unificar al partido ante una posible fractura. Esto demuestra que al MAS se le hace aún complicado superar la figura caudillesca de Morales como aglutinador del movimiento. Aún cuando no participe, Morales ayudará a la campaña utilizando el discurso de la tesis del golpe de Estado, la misma que se ha ido confirmado sobre todo a partir de las declaraciones de Camacho. Además, utilizará también el discurso del retorno del neoliberalismo y de la influencia del gobierno estadounidense, como lo vino haciendo en los últimos años. Sin embargo, su presencia también puede afectar al MAS negativamente, pues los otros partidos utilizarán su imagen para asegurar los votos de los detractores de Morales.
Carlos Mesa y Comunidad Ciudadana: la apuesta por el centro
El binomio conformado por Carlos Mesa y su vicepresidenciable Gustavo Pedraza vienen de haber obtenido una amplia votación que les permitió obtener el segundo lugar en las anteriores elecciones. A pesar de unas dudas iniciales sobre la postulación de Pedraza y la oportunista ruptura de algunos de sus aliados, Mesa y Pedraza todavía se mantienen relevantes como actores políticos.
Mesa-Pedraza tendrán una tarea difícil para seducir de nuevo al electorado, pues muchos de los votos obtenidos anteriormente venían de sectores que solo votaron por ellos para evitar el triunfo de Morales. Además, la difícil relación de Mesa con el Oriente boliviano, resultado de su anterior gestión como presidente, puede que incluso le reste votos en algunas plazas electorales importantes como Santa Cruz, donde ganó inesperadamente en las elecciones del pasado año.
Esta dupla buscará profundizar su imagen de concertadores y su perfil tecnocrático, teniendo en cuenta que se ha criticado al MAS de incrementar la corrupción en el aparato estatal. Además, los candidatos buscarán posesionarse en el centro del espectro político-ideológico, acudiendo a un discurso moderado y reformista. Mesa, por tanto, tiene buenas posibilidades de favorecerse del voto flotante de los indecisos.
Jeanine Añez: ¿Candidata por la unidad u oportunista?
Antes del autonombramiento de Añez como presidenta interina en noviembre del pasado año, su partido, el Movimiento Demócrata Social (Demócratas en adelante), estaba atravesando por una crisis. Su alianza con la Plataforma Ciudadana Dice No para ir a las elecciones generales con el candidato Oscar Ortiz mostró ser un desastre. Los resultados electorales apenas les dieron un 4% de votación a nivel nacional, por detrás de los principales candidatos e incluso de la sorpresa de los comicios, el conservador Chi Hyun Chung. El partido parecía sentenciado, pues ni siquiera ganaron en su principal plaza política, el departamento de Santa Cruz.
Demócratas también parecía atravesar por una falta de recambio generacional. Su principal figura, el gobernador Rubén Costas, no iba a presentarse para una reelección como gobernador ni tampoco manifestó interés para ser presidenciable, dejando la responsabilidad a la inédita y poco probable candidatura del senador Oscar Ortiz. A pesar de ello, contra viento y marea, Ortiz se embarcó en la campaña electoral.
El candidato Ortiz y su entorno basaron su estrategia en restar votos al expresidente Carlos Mesa, único candidato con posibilidades de batir a Evo Morales en aquellos comicios. Por demás está por decir que aquella estrategia se basó en ataques a Mesa, al punto en que parecía que el programa político de Ortiz consistía en ser reactivo a cualquier tema del que hablase el expresidente. Esto, por supuesto, tuvo un efecto de “tiro por la culata”, pues dejaron a Ortiz y su partido en coma, por debajo incluso de lo que se había pronosticado al principio.
En este contexto es que se da la transición. Jeanine Añez, de quien se dice estaba a punto del retiro político antes de asumir el poder, fue y es una carta ganadora para Demócratas. Evidentemente, el partido se frota las manos, pues podrían consolidarse como una fuerza a nivel nacional, gracias a una candidata quien, de ser una virtual desconocida el año pasado, ahora goza de popularidad entre la población. Aún cuando muchos critiquen haber faltado a su palabra sobre la candidatura, tiene grandes posibilidades de ser elegida como presidenta.
Jeanine Añez anunció que será acompañada por el ex empresario cementero Samuel Doria Medina, una alianza inesperada tomando en cuenta que él había criticado hace poco la candidatura de la presidenta. Esta alianza busca presentar una candidatura representativa del oriente (Añez) con el occidente boliviano (Doria Medina). Si bien llama la atención la elección de Doria Medina, tomando en cuenta que este personaje nunca ha logrado ser un candidato político relevante, las razones de su elección pueden ser resumidas en dos. Primero, la inyección económica que Añez y los Demócratas recibirían para financiar su campaña, pues Doria Medina ha mostrado en los últimos años que no le pesa gastar muchos recursos en proselitismo, a pesar de que era evidente que no podría convertirse en presidente. Segundo, Demócratas sacará ventaja de la estructura partidaria a nivel nacional, consolidada aunque poco significativa, del candidato a vicepresidente.
En este contexto es que se da la transición. Jeanine Añez, de quien se dice estaba a punto del retiro político antes de asumir el poder, fue y es una carta ganadora para Demócratas. Evidentemente, el partido se frota las manos, pues podrían consolidarse como una fuerza a nivel nacional, gracias a una candidata quien, de ser una virtual desconocida el año pasado, ahora goza de popularidad entre la población. Mario Portugal
Añez querrá utilizar su imagen como presidenta de “la pacificación” para incrementar su caudal electoral. También utilizará el argumento de unificar el voto para evitar el retorno del MAS al poder. De la misma manera, podría utilizar el comodín del peligro de supuestos grupos terroristas en el país y de acciones sediciosas para desestabilizar su gobierno, absurdo discurso que hasta ahora le ha atraído la simpatía de grupos poblacionales que abogan por la “mano dura”. También se utilizará, aunque en menor medida, el discurso de los supuestos planes de intervención de Cuba y Venezuela, así como de la expansión de la supuesta ideología del “Castrochavismo” que tan buenos resultados ha dado a otros gobiernos conservadores del continente.
No obstante, su candidatura puede ser aquella que pierda votos con mayor facilidad, teniendo en cuenta que estar al frente del Estado le hace proclive a enfrentar conflictos sociales que se irán sumando en los siguientes meses. Por ello, es muy posible que ordene a su gabinete a tener un rol más moderado y menos mediático del que ha tenido desde que asumió el poder.
Camacho; de héroe a villano
Luis Fernando Camacho y Marcos Pumari salieron a la palestra política en sus roles como presidentes de Comités Cívicos de sus departamentos (Santa Cruz y Potosí, respectivamente). Camacho, en especial, consiguió una popularidad que no se había visto hace mucho tiempo para un presidente cívico de Santa Cruz (fue apodado el “macho Camacho”); como era de esperar, buscó transformar esto en capital político. En el caso de Pumari, su popularidad creció en Potosí, aunque a un nivel menor que el de Camacho, quien alcanzó a expandir su figura a nivel nacional e internacional. Muchos se frotaron las manos, eran la dupla perfecta para candidatear, porque daba la imagen de zanjar el problema regional de larga data entre oriente y occidente. Además, no representaban a la clase política tradicional, al menos no a la que estuvo en los últimos catorce años de mano del MAS.
La formula Camacho-Pumari, sufrió un desgaste continuo casi desde el momento en que anunciaron que se postularían. Camacho, al igual que Añez, aseguró que no sería candidato, pero no esperó siquiera a que el país se pacifique por completo para anunciar su postulación. Pumari también siguió un camino similar, aunque fue más cauto sobre sus intenciones de participar. En principio fue tentado para lanzarse como candidato presidencial, lo cual puso alerta a Camacho y su entorno.
Sin embargo, el escándalo de las grabaciones que protagonizaron hizo caer su popularidad tan rápido como había subido. De todas formas, esto no quiere decir que esta dupla haya perdido totalmente su electorado, pues ambos aun cuentan con el voto de aquellos que les siguen considerando “héroes”. Además, Camacho aún cuenta con un núcleo duro de votantes que es atraído por el discurso conservador-religioso que hábilmente maneja. Lo más probable es que su crecimiento se estanque, aunque los votos conseguidos les servirán para obtener espacios en el legislativo, permitiéndoles negociar acuerdos con el futuro gobierno.
Hasta ahora, su discurso se ha basado en un sentido fatalista de la historia política reciente y una actitud casi mesiánica ante el futuro. Por una parte, Camacho buscará recordar al votante la supuesta “dictadura” que Bolivia tenía bajo el mandato de Morales y los peligros que representaría el retorno de su partido al gobierno. Por otro lado, Camacho se presenta como la única alternativa a una “democratización” del país, intentando recordar al votante de su rol -y el de su compañero- en el proceso que llevó a la renuncia de Morales. En este sentido, el uso que hizo y seguirá haciendo de los símbolos religiosos seguramente se incrementará, pues quiere convencer al votante que su postulación es menos un hecho político que un designio de dios.
Es de esperar que la fórmula Camacho-Pumari busque restar votantes a todos los frentes. Camacho atacará a Añez como ya lo hizo antes de que se confirme la postulación de Añez, aunque es posible que con el pasar de las semanas su blanco sea la dupla Mesa- Pedraza. Por demás esta señalar que el principal objetivo de sus ataques será la dupla Arce-Choquehuanca, a quienes acusará de querer dar continuidad a la gestión de Morales.
Jorge “Tuto” Quiroga el redivivo político
Otro candidato que podría tener algún peso político en las elecciones de mayo es el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga. Su rol activo en el proceso de transición le ha permitido aparecer de nuevo ante la opinión pública, especialmente después de su designación como “delegado especial” ante la comunidad internacional, palestra que utilizó para arremeter contra Evo Morales. Sin embargo, la breve resurrección política de Quiroga difícilmente se traducirá en relevancia política, por lo cual es un candidato que pasará sin pena ni gloria.
La estrategia política de Quiroga es por demás predecible. En los últimos años este candidato se ha dedicado a “denunciar” la supuesta intervención del “Castrochavismo”, esquizofrenia manejada por otros políticos conservadores del continente. Además, podemos esperar que ataque también a los otros candidatos, en especial a Arce-Choquehuanca. Por lo demás, parece probable que estemos ante la última contienda electoral en la que participe Quiroga, aunque su tozudez política nunca deje de sorprendernos.
¿Una posible (nueva) megacoalición?
Conforme avance el calendario electoral, tanto Añez, Camacho, como Arce asumirán un discurso menos radical para obtener los votos de los indecisos. Los candidatos están conscientes sobre un importante sector poblacional, determinante en las elecciones, que está cada vez más decepcionado de la clase política y que castigará con su voto al candidato que juzgue “ser más de lo mismo”.
Si bien es difícil que el MAS gane en primera vuelta, una eventual segunda vuelta podría unir a los otros partidos en una nueva versión de “megacoalición”. La historia electoral boliviana reciente ha visto la formación de las llamadas megacoaliciones en el año 1997 durante la presidencia del exdictador Hugo Banzer Suárez, y en el año 2002 bajo la presidencia de Gonzalo Sánchez de Lozada. En Ambos casos, estas coaliciones mostraron tener una gobernabilidad muy frágil y estar orientados por los intereses partidarios, traducidos en cargos en la administración pública.
Si bien una coalición de partidos no es ilegal ni reprochable, desde el punto de vista jurídico e incluso ético, el electorado boliviano tiene razones suficientes para temer que ésta solo se haga para obtener beneficios personales y partidarios. De hecho, los continuos cuoteos políticos que ha protagonizado el actual gobierno transitorio dejan poco lugar a la duda de que ello pase.
A esto debemos añadir la predisposición de algunos sectores de la población para que los candidatos formen una alianza de partidos que evite al MAS ganar las elecciones. De hecho, incluso los sectores más radicales están buscando amedrentar a los candidatos y al gobierno a hacerlo. En este sentido, podríamos ver que en un futuro cercano se articule una suerte de Megacoalición III que tendrá que enfrentar una coyuntura política complicada.
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