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  • Foto del escritorFanesca Política

LAS ELECCIONES Y EL ESPEJISMO DE LA DEMOCRACIA




Los caminantes del desierto sufren la ilusión óptica del espejismo por la reflexión total de la luz en las capas del aire caliente. Se invierten las imágenes de los objetos como si flotaran sobre el agua. Las elecciones actúan del mismo modo cuando juegan a la inversión total de la democracia, convirtiéndola en autoritarismo palpables, sobre todo en los pasajes de los fraudes electrónicos en todo el orbe.

Con el gran fracaso electoral del correísmo en el año 2014, se reactivaron las movilizaciones en su contra. Los partidos electorales instituyeron alianzas provocando la formación del anticorreísmo. Aunque hasta el 2017 supo restaurarse el personalismo de Correa, Moreno logró fraccionarlo después del fraude electoral. La constitución interna del correísmo disgregó los tumores malignos dentro y fuera de Estado, de los que forma parte el mismo Moreno. En marzo de 2019 llegamos a un proceso electoral con la intermediación de las alianzas del más variado tipo ideológico, con el común acuerdo de desarmar el correísmo. El monstruo decadente del Moreno Correísmo se abrazó a los grupos empresariales, oligárquicos y la derecha colonial para conservar el poder. Los morenistas y correístas pasaron de querer ser burgueses a complacer a la burguesía y convertirse en burgueses con la acumulación de las prebendas. Se reinsertaron en el análisis conceptual las categorías de derecha e izquierda para mapear el campo político y situar la disputa del pacto neoliberal y la modernización autoritaria.

Si marzo de 2019 representó un cambio de la correlación de fuerzas, el Levantamiento de Octubre (y la movilización masiva global), transformó el escenario político ecuatoriano en general, no sólo el electoral. El levantamiento indígena popular hizo crujir las gradas vetustas del engranaje colonial del Estado, despertando los gamonales disfrazados de burócratas, tecnócratas y autoridades. El Levantamiento precipitó por los suelos la imagen de Nebot y Lasso; figuras que pueden mantener la impunidad futura de los actuales personeros de Moreno. Ante tales condiciones, empezó la promoción estatal desenfrenada de Sonnenholzer y Diana Salazar, dos figuras del pacto neoliberal de Moreno que no despegan en las encuestas. Mientras tanto, las encuestas de las empresas tradicionales sobre las elecciones presidenciales son ocultadas como nunca, porque hay nuevos candidatos incómodos al poder.


El levantamiento indígena popular hizo crujir las gradas vetustas del engranaje colonial del Estado, despertando los gamonales disfrazados de burócratas, tecnócratas y autoridades. Jaime Chuchuca

Las fuerzas del levantamiento, sobre todo de la CONAIE y el FUT, (sin mayores recursos económicos y sin la fuerza de las instituciones del Estado), continúan bregando por defender los derechos de los sectores poblacionales excluidos y para que el gobierno responda por las masacres de octubre. Leonidas Iza, Jaime Vargas y Yaku Pérez, tres precandidatos indígenas han desequilibrado la balanza electoral que se venía armando desde el Estado, la derecha tradicional y el correísmo. Esta situación es completamente distinta a la de Venezuela, Bolivia o Argentina, donde el campo dicotómico solo permitía al electorado decidir por la derecha conservadora y el socialdemocratismo populista degenerado.

Se puso en marcha la táctica de la burguesía y el Estado de perseguir a la fuerzas del levantamiento en alianza directa con los medios de comunicación, con el objetivo de generar una posverdad (o mentira emotiva). Los medios de la burguesía tradicional se han convertido en los operadores principales de la gobernabilidad. Así como en los últimos años del gobierno de Correa, los medios difundieron los casos de corrupción para hundir a su gobierno, ahora los ocultan, así como las demás miserias del gobierno de Moreno, para mantenerlo a flote. Si hay algo innegable en octubre de 2019, es que Moreno aguantó en el poder por el apoyo de la oligarquía, especialmente de sus corporaciones comunicativas.

Las encuestas serias sobre las elecciones generalmente no se publican de modo directo, sin los filtros pertinentes de la creación de los ganadores y perdedores en el laboratorio electoral. Aunque algo más escondida, la idea del fraude también está presente en el elector común y corriente. Tanto por la poca transparencia del voto electrónico como por la falta de seriedad de quienes dirigen el CNE. Si bien depende de las circunstancias, los procesos electorales en una Latinoamérica levantada pueden funcionar como parte de la contención de la ebullición social; de la institucionalización de las demandas populares y el descabezamiento de las organizaciones populares. A pesar de tantos espejismos en el desierto del autoritarismo, se abriga aún las esperanzas de cambiar la lógica antidemocrática de este modelo de siglos.

Texto publicado originalmente en Revista EL OBSERVADOR 115, febrero 2020 (Ecuador)

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