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Elecciones en Bolivia: el factor Evo Morales


por Mario S. Portugal Ramírez

Imagen: las2orillas

El pasado 16 de febrero, una encuesta difundida por varios medios de comunicación bolivianos activó la alarma entre los partidos políticos. Dicha encuesta ubica al presidenciable Luis Arce del Movimiento Al Socialismo (MAS) como primero en la intención de voto (31.6%), mientras que su inmediato contrincante, Carlos Mesa, se encuentra con casi 15 puntos porcentuales de diferencia (17.%). En tanto, la actual presidenta, Jeanine Añez, se ubicaba en el tercer puesto (16.5%) a muy poca distancia de Mesa. Esta tendencia al parecer se consolidará, pues una nueva encuesta publicada el día de hoy continúa poniendo a Arce a la cabeza.

Las respuestas ante este panorama no se dejaron esperar. De parte del MAS, la reacción del candidato Luis Arce ha sido sobria, al menos si la comparamos con las de algunos de sus correligionarios. De continuar esta tendencia en el voto, el MAS controlaría el parlamento y muy probablemente evitaría una segunda vuelta electoral. Sin embargo, Esta noticia se eclipsó con la inhabilitación de Morales como senador, luego de una larga dubitación del Tribunal Supremo Electoral que prendió las alarmas en el MAS.

Mientras tanto, la presidenta Jeanine Añez, quien dijo que solo haría campaña política fuera de horas de trabajo y durante los fines de semana, ha incrementado sus apariciones públicas entregando y prometiendo futuras obras, a pesar de que su gobierno tiene una duración limitada por ser de transición. Al igual que lo hiciera Evo Morales, Añez utiliza cualquier oportunidad para promocionar su candidatura, presentando la entrega de obras públicas como si se tratasen de “regalos” de la mandataria, mas no obras realizadas con los impuestos del pueblo boliviano. En este sentido, como observan medios internacionales, la forma de hacer política de Añez se asemeja cada vez más a la de Morales.

Carlos Mesa, candidato por el frente Comunidad Ciudadana, no comentó públicamente los resultados de la encuesta, aunque su asesor Ricardo Paz considera que el estudio demuestra que el MAS ha perdido apoyo. En contraste con esta discreta reacción, Luis Fernando Camacho, del frente político Creemos, reaccionó de manera desmesurada ante los resultados de su encuesta, posiblemente por los resultados que lo ponen muy por debajo de lo que esperado (cuarto lugar con 9.6%). Por ello, anunció que estaba dispuesto a dejar su candidatura “en blanco” para buscar una alianza que evite la victoria del MAS y un supuesto retorno de Evo Morales. Su anuncio se vio precedido tras que le abandonaron algunas plataformas ciudadanas que corrieron aliarse muy convenientemente con la presidenta Jeanine Añez. La urgencia de Camacho por una alianza parece no haber hecho mella aún en otros partidos políticos, cuyos voceros le han pedido aclarar qué significan sus declaraciones.

Por su parte, los medios de comunicación hacen ya poco para disimular su militancia y preferencias políticas. Algunos medios han querido minimizar, o al menos matizar, una probable victoria del MAS, recordando al lector que “no todo esta dicho” al existir un alto porcentaje de indecisos; también han armando verdaderas quinielas electorales para demostrar que Luis Arce puede ser derrotado.

En medio de toda esta dinámica política, la figura de Evo Morales parece ser la que ayudará a definir los resultados de las elecciones, aunque más a sus opositores que a su propio partido.

Evo Morales: el comodín de las candidaturas

Después de conocerse los resultados de la encuesta, los diferentes partidos políticos buscan hacer crecer su capital electoral, para lo cual coinciden en usar la figura de Evo Morales. En el caso del MAS, el uso de la imagen del caudillo para presentarlo como víctima del Tribunal Supremo Electoral eclipsa incluso a la dupla presidencial: estamos más enterados de lo que hace o dice Morales que de Arce y Choquehuanca. La lógica del MAS es que se lograrán más votos al poner a Morales en primer plano, pues se activaría en el electorado una suerte de memoria colectiva por los logros en la gestión del exmandatario, a la vez que crearía una nueva simpatía al hacerle pasar como victimizado por el aparato político-jurídico. En otras palabras, el elector indeciso votaría por Morales no solo para asegurarse que vuelva la bonanza, sino que condenaría los abusos del poder de los cuales es víctima.

No obstante, la lógica del MAS podría ser errónea. Poner la figura de Morales frente a la de la dupla Arce-Choquehuanca podrá asegurar que no haya dispersión del voto, pero solo entre el electorado que votaría por el MAS de todas formas. Sin embargo, no hay nada que nos haga creer que esto persuada al votante indeciso por elegir a este partido. Es más, la candidatura de Arce-Choquehuanca podría verse afectada con la pérdida de votos: un electorado que de por sí ya está polarizado puede cansarse de los acostumbrados deslices del exmandatario. En todo caso, el MAS debe tener claro que lo máximo que podría ganar con la victimización de Morales es granjearse el favor de la opinión pública a nivel internacional, lo cual difícilmente afectará a la votación.

Como podemos observar, la figura de Evo Morales, en la actual coyuntura política, debería mantenerse en segundo plano para dar más relevancia a los actuales candidatos presidenciables. Por lo tanto, al contrario de lo que piensan algunos estrategas del MAS, usar a Morales como comodín en estas elecciones podría favorecer a sus adversarios políticos, antes que a ellos mismos.

El equipo político de Jeanine Añez y su acompañante Samuel Doria Medina parece haber entendido lo último, puesto que al mencionado proselitismo hecho durante la entrega de obras, se añaden constantes ataques al MAS. Desde el inicio, a contramano de sus supuesto rol conciliador y pacificador, Añez no dudó en atacar a Morales, llegando incluso a declarar que el exmandatario tenía una enfermedad mental.

En las últimas semanas, al verse acosado por sonados casos de corrupción que parecen no dar tregua, el gobierno de Añez, en un giro casi desesperado, ha decidido contratacar responsabilizando al MAS por los casos de corrupción. Por paradójica que resulte esta estrategia, responsabilizar al MAS y a Evo Morales por los problemas propios y ajenos, parece ser una decisión política coherente que le sumará votos, pues durante los catorce años del gobierno Morales hubo muchos casos de corrupción que quedaron impunes y que la población aún recuerda. Sin embargo, el mismo Morales tampoco desaprovecha estos nuevos casos de corrupción para criticar al gobierno de Añez.

El candidato Carlos Mesa se ha subido también al carro de utilizar la figura de Morales para incrementar su caudal político. El candidato, quien acusó formalmente a Morales por fraude electoral, ha sido uno de los más encarnizados promotores para inhabilitar su candidatura como senador. Una mirada a las redes sociales de Mesa basta para ver la reiterada mención a Morales y a algunos de sus ex colaboradores, estrategia que tiene como objetivo mantener fresca la “amenaza” de Morales como medio para incrementar su caudal electoral.

El candidato Luis Fernando Camacho es quizás quien más saca provecho de la imagen de Morales para su propio crecimiento electoral. En las últimas semanas, el candidato del movimiento Creemos, acostumbrado ya a la polémica innecesaria, se mantiene en una guerra abierta contra el gobierno de Añez y algunos sus colaboradores, estrategia que inició luego de señalar que Añez utiliza el aparato estatal para su campaña política. Sin embargo, gran parte de la campaña de Camacho se ha orientado a presentarse como antítesis de Morales, jugando con la dicotomía democracia/dictadura; mientras insiste al elector de no olvidar su papel en la renuncia de Morales. Esta estrategia incluso se ha cristalizado en la publicación de un apresurado libro que relata tal suceso.

Este candidato, quien no quedó conforme con la inhabilitación de Morales, quiere persuadir al electorado de la amenaza latente del retorno del MAS al poder, situación que podría evitarse con la unidad de un solo frente partidario, aunque se ha mantenido en silencio sobre quiénes deberían renunciar y quién liderar ese proceso. Todo muestra que continuará con la misma estrategia, al menos por el momento, aunque hay rumores sobre su posible renuncia. En las últimas horas, un críptico mensaje de Marco Pumari, acompañante de fórmula de Camacho, ha despertado las conjeturas sobre un quiebre en la dupla o incluso su renuncia.

El factor del votante tímido y la dependencia de los partidos

En los últimos años, tras la victoria de candidatos conservadores, los analistas políticos han retomado la hipótesis del “votante tímido” (shy voter). Esta hipótesis quiere explicar el porqué de la abismal distancia entre las encuestas y el voto efectivo de algunos candidatos (sobre todo ultraconservadores). La premisa es sencilla: muchos encuestados no desean comentar públicamente por quién votarán, para así evitar todo tipo de condena pública por elegir una opción de algún extremo político. Por tanto, cuando son encuestados, suelen mentir e indicar que no saben por quién votarán o incluso dicen que lo harán por un candidato cuyo nombre genera menos condena social. Este es el caso, por ejemplo, del actual presidente de los EEUU; Donald Trump, que sorprendió a propios y extraños al ganar las elecciones en su país, logrando votos en regiones que históricamente son menos conservadoras.

Si bien la hipótesis del “votante tímido” se ha criticado, aduciendo que en realidad sí puede predecirse un giro conservador de los votantes, aún entre los más liberales, no está por demás considerar esta hipótesis para analizar el porcentaje de indecisos en Bolivia, un 45,6% según los medios.

Es muy probable que muchos votantes tengan ya decidido por quien votar, aunque no vayan a expresarlo públicamente por temor a una represalia. Esto sucede en gran medida por la fuerte polarización en el país, la cual obliga al ciudadano a tomar partido “contra” o “a favor de” un candidato. En caso de no hacerlo, se convierte en sospechoso, un infiltrado, un potencial adversario político que pone en peligro a la propia comunidad política. Por este motivo, no es de extrañar que muchos votantes prefieran señalar no haber decidido por quien votar o incluso decir que votarán por un candidato cuando en realidad lo harán por otro.

Esta situación ha sido, sin lugar a duda, espoleada por los actuales candidatos y sus operadores políticos quienes no dudarán en hacer sentir culpable al ciudadano por no votar por su formula, llegando incluso hasta casi extorsionarlo. Los ejemplos de esto suman y suman. El MAS pretende hacernos creer que sin ellos -y sin Evo- Bolivia caerá en las garras del neoliberalismo, a pesar de que durante su gestión este nunca dejó de estar vigente. Mesa nos atemoriza con el retorno de Morales casi a diario, mientras calla convenientemente sobre el regreso de sus antiguos aliados que tienen cuentas pendientes con la justicia y, sobre todo, con el pueblo boliviano. Añez y sus operadores políticos están tan convencidos de que ellos son la esencia de la democracia que ahora exigen al pueblo boliviano a “no fallar a la presidenta”. Camacho nos restriega en la cara que es el salvador de la democracia y única opción para evitar el “regreso del tirano”; él es el mesías, el fin de la política posible, la era de la postpolítica.


Es muy probable que muchos votantes tengan ya decidido por quien votar, aunque no vayan a expresarlo públicamente por temor a una represalia. Esto sucede en gran medida por la fuerte polarización en el país, la cual obliga al ciudadano a tomar partido “contra” o “a favor de” un candidato. Mario Portugal Ramírez

Además, Camacho y Añez (junto a otros políticos menores) abusan del mensaje religioso para querer investir a sus candidaturas de un aura santurrona, como si su presencia en política no obedeciera a sus intereses personales, sino al mismo dios que queda convertido en verdadero jefe de campaña. En este sentido, el mensaje tácito es que el candidato no se equivoca, es casi infalible, porque lo guía el poder de la oración que lo conecta en exclusiva con el mismo dios. Por lo tanto, quien no vota por ellos es el hereje, el ateo, el adora-ídolos; el salvaje político, al final de cuentas. Esto, para ser justos, no es exclusivo de estos candidatos, pues Morales también jugó bastante con la idea de una presidencia como resultado de los hados de la providencia.

En conclusión, tenemos un panorama electoral bastante sombrío. El debate de propuestas políticas ha quedado relegado para poner al frente la figura de Evo Morales, villano para unos y héroe y víctima para otros. Los candidatos parecen no poder salir de esa dependencia tóxica hacia Morales, puesto que no pueden crecer sin tener que mencionarlo una y otra vez al elector. Además, acuden a la extorsión del votante, a quien pretenden atemorizar hasta el punto de que hacerle creer que no hay otra opción política que no sea la suya. Unos nos extorsionan contándonos que el no votar por ellos implica que regresará el neoliberalismo para destruir todo lo construido; los otros nos chantajean diciendo que de no elegirlos la maldad volverá a Bolivia, que ahora incluso tiene nombre y apellido: Evo Morales.

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