por Juan Pablo Marca M.

Imagen: eju.tv
“Hermanos bolivianos, hoy quiero enviarles un mensaje de fe, porque para Dios nada es imposible y, estando con él, vamos a vencer esta pandemia”, señaló la presidenta boliviana Jeanine Añez tras pedir que el día martes 28 de abril “sea un día de ayuno y oración en familia”. Además, citó en su mensaje el pasaje bíblico de Isaías 41:13: “Yo soy Jehová, tu Dios, quien te sostiene de la mano derecha y te dice no temas, yo te ayudo”. No es la primera vez que la cabeza del Órgano Ejecutivo apela a la fe y al uso de símbolos religiosos como parte de su gestión de gobierno, pese a que en Bolivia según el Artículo 4 de la Constitución “el Estado es independiente de la religión”. A mediados de marzo, la Presidenta también pidió a los bolivianos “unirse” en oración. El discurso religioso se ha vuelto recurrente en la mandataria, quien parece comprender al Estado como si fuera una institución teológica, sobre todo desde que manifestó en su posesión que la biblia había vuelto a palacio para gobernar, lo cual no es correcto.
En este contexto, es muy importante comprender una adecuada relación entre el Estado y la religión, entre las iglesias y el Estado. La Iglesia debe actuar en forma separada del Estado en sus funciones esenciales, para que su persuasión no sea coercitiva, ni el orden del Estado sea confuso. La identidad de cada uno de ellos es vital. La Iglesia tiene la misión de evangelizar la familia humana para que cada persona tenga la oportunidad de recibir la salvación y la vida eterna, conforme a su creencia. El Estado tiene la misión de administrar el poder y los recursos materiales que tienen para asegurar el orden, la educación, la salud de sus habitantes.
El desafío de una adecuada relación entre el Estado, institución que configura el campo político, y la iglesia, principal institución que configura el campo religioso, se encuentra establecido en el siguiente pasaje bíblico como principio: “[…] Dad, pues a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22: 21). En ese marco, el recurrente uso de la religión en el discurso de la primera autoridad del Estado, para hacer frente al Covid-19, muestra una confusión de roles.
En esa línea, hace días se observó cómo unos vehículos de la Policía Nacional (esto es, del Estado) sacaron en procesión a una virgen en plena cuarentena. El Estado no tendría porque utilizar sus bienes públicos para fines confesionales, siendo que eso es una tarea que compete básicamente a la iglesia o las iglesias, lo cual está prohibido temporalmente en esta emergencia sanitaria. Sin embargo, esto no implica que los cristianos y creyentes de diferentes iglesias puedan orar y ayunar en sus casas. Muchas iglesias se encuentran en diferentes cadenas de oración y ayunos ante esta emergencia de salud, lo cual es necesario y se debe respetar en el marco del artículo 4 de la Constitución boliviana.
Sin embargo, que la cabeza del Poder Ejecutivo haga el llamado a orar y ayunar, para hacer frente al Covid-19, muestra en el fondo la instrumentalización de la religión para la legitimar la gestión de gobierno, la cual en estos momentos se encuentra muy criticada. El rol principal de la presidenta Jeanine Añez es trabajar en una política sanitaria prudente, en el uso responsable de los recursos, en realizar más pruebas del covid-19 en el país. Fundamentalmente, debe asegurarse el abastecimiento de productos alimenticios y la entrega de la canasta familiar, así como el pago de los diferentes bonos a personas de la tercera edad y mujeres embarazadas de las comunidades. El Estado debe asegurar que la ayuda llegue a las poblaciones más vulnerables del área urbana y los territorios de los pueblos indigenas en el área rural, además de la dotación de insumos, equipos de bioseguridad y personal de salud en sus territorios.
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