En 1973, luego del golpe de Estado, que bombardeó el Palacio de La Moneda y derrocó al presidente Salvador Allende, se impuso la dictadura militar encabezada por Augusto Pinochet. Pero sólo años después, en 1980, se decretó la Constitución vigente que impuso el neoliberalismo y estructuró el Estado autoritario-policiaco.
Ese arquetipo de sociedad fue durante décadas recomendada, por los organismos crediticios internacionales, como el modelo a seguir para el resto de naciones latinoamericanas. Sin embargo, el crecimiento económico sólo benefició a las élites, pues al tenor de las privatizaciones de los servicios básicos y la represión social se institucionalizó uno de los países más inequitativos de la región.
En el año 1990, la dictadura cedió formalmente el paso a la democracia representativa, pero los mandatarios de derecha y hasta los llamados socialistas del siglo XXI, ahora proclamados progresistas, conservaron la Constitución pinochetista con escasas reformas.
Por tanto, los cambios que están al punto de experimentar Chile no es un regalo de las élites, sino obra genuina del pueblo, es un producto de las luchas particularmente protagonizadas por las juventudes que demandan cambios urgentes.
El resultado aplastante del plebiscito que aprueba la elaboración de una nueva Constitución es el resultado del estallido social de octubre del 2019, es la sumatoria del descontento con las estructuras dictatoriales, representa el rechazo a la herencia de Pinochet. Es el cuestionamiento tanto al inhumano neoliberalismo como al fascismo estatizado, pero también refleja la democratización de la sociedad y la esperanza de que otra sociedad es posible.
En adelante los cambios anhelados dependerán de la composición de la Convención Constitucional paritaria; la materialización de las demandas del pueblo depende de qué tendencia tenga la mayoría de votos en las elecciones de abril próximo. Es útil conservar la unidad de los luchadores sociales, de los movilizados, para nuevamente derrotar en las urnas a los sectores tradicionales, además para promover la participación y el control efectivo sobre el órgano que hará la nueva Carta Magna.
Chile despertó, Latinoamérica está superando el reflujo de la resaca neoliberal-progresista. Estas luchas, las victorias y reveses, son lecciones que proyectan el sendero de la verdadera liberación social y nacional.
Comments